divendres, 15 de febrer del 2008

Caldito

El Presidente del Gobierno se reune con el Nuncio del Vaticano para cenar el tradicional caldito. Confieso que en mi ingenuidad creía que en verdad se trataba de un humilde a la par que sabroso caldo de pollo, de ese que tanto cunde y que hace las delicias de mi numerosa prole. Está bien, pensaba, un homenaje de los poderosos a los parias de la tierra. Pero como resulta que todo se sabe, el caldo en realidad son tres (no sé si tendrá que ver con el misterio de la Trinidad): un exclusivo Albariño, un Protos del 2002 y un Gran Reserva de Moet Chandon. Todo ello para regar (o para maridar, que dicen ahora los pijos) las delicadas viandas que los próceres degustaron. Verduritas tiernas y merluza del Cantábrico al aroma de vainilla.

"Hazte cura", me decía mi padrino allá por mis años mozos. "Te vas a un pueblo cualquiera y ya verás". Invitado en lugar de honor en todas las fiestas y comilonas. Casa gratis y chacha (con perdón). Viendo desfilar por la puerta las mejores primicias de la huerta, los más acertados vinos de las cosechas, los mejores jamones de la matanza. "Sí pero... ¿qué pasa con el celibato?" - replicaba yo, cegado por los juveniles ímpetus y la atracción fatal de la carne. "Bueno, - decía el, en esta vida todo tiene arreglo".

1 comentari:

Anònim ha dit...

Jajaja...en esta vida puedes ver de todo: en mi pueblo nació un gitanillo que heredó la mismísima cara de su padre, que era el cura. Si Dios existiera tal vez habría disimulado un poco la genética.

Ayer vi unas imágenes del caldito y me dió un repelús...¿qué te creías? ¿que en el santo grial ponen vino de tretrabrik?.