divendres, 30 de març del 2007

Serie: vidas de santos. Nº 1: Vanessa, dinamitera.


Rosario, dinamitera.


Rosario, dinamitera.
Sobre tu mano bonita
celaba la dinamita
sus atributos de fiera.

Era tu mano derecha
capaz de fundir leones,
la flor de las municiones,
el anhelo de la mecha.






Valgan estos versos inmortales de Miguel Hernández para honrar la memoria de Santa Vanessa Huguet, que pronto nos dejará otra vez, convencida como está de que el horizonte queda lejos y es preciso esforzarse para alcanzarlo.
Vanessa es enfermera, dinamitera, mujer, impulsiva, sindicalista, fallera, quisqullosa, rebelde y muchas más cosas. También es mi amiga, pero esto es sólo una anécdota.
Congelada en la estampita piadosa, su franca sonrisa brilla con luz propia. El humo de los incendios detrás, la mecha en la mano. Su tosco pañuelo al cuello. Feliz y despeinada.
Así queremos recordarte, Vanessa. Decidida, valiente. Siempre dispuesta a ayudar al compañero en apuros. Siempre capaz de llegar más allá. Implacable con la injusticia.
Vanessa es guerrera, honrada, irritante, currante y tiene mucho genio.
Creo haber dicho que es mi amiga.

Salud, Vanessa.

dijous, 29 de març del 2007

Serie: misterios tediosos. Nº 1: el atasco.


Ocurre que llueve poco en Tonga. Claro, es una isla tan alejada de todo que ni los vientos húmedos llegan. Así que del correo mejor ni hablamos.
Llueve poco en Tonga, pero cada vez que llueve, el temporal suele durar días. En ocasiones, la violencia de las aguas es tal que se producen riadas y desastres.
Hasta aquí, nada anormal. Llega la lluvia, descarga, arrasa y hasta el lustro que viene. Pero hay efectos de la lluvia que la mente humana no llega a poder explicar. Menos aún la tongolesa. Efectos que, sin miedo a exagerar, podríamos calificar de paranormales. Como soy de natural escéptico prefiero hablar de misterios. Misterios tediosos. Ahí va el número 1 de esta nueva serie.

¿Porqué cuando llueve, así sea unas gotitas, las carreteras de Tonga se muestran incapaces de absorber un flujo normal de coches? Veamos. No es cierto que haya más automóviles circulando. Hay los mismos. Por lo menos, los habituales dado el lugar y la hora. ¿Qué tienen unos pocos litros de agua sucia para lograr que los curritos tongoleses lleguemos tarde al trabajo?
Se han barajado muchas hipótesis pero ninguna ha logrado comprobarse fehacientemente. Hay quien dice que el asfalto de Tonga es esponjoso y la lluvia incrementa su viscosidad, de manera que los coches se quedan prácticamente pegados a su superficie. Otos piensan que, como buena conductora que es, el agua capta todo el fluido eléctrico de los semáforos y estos se apagan. Entonces aparecen los guardias urbanos y ahí sí que la hemos cagado, maestro. Incluso he oído decir que los japosesitos que viven en los tubos huecos de los quitamiedos se ponen tan contentos con el agua que salen a pescar, y con las cañas ponen la zancadilla a las ruedas.
Hipótesis, conjeturas, suposiciones. Nada que explique la realidad convincentemente. Así que, convendrán conmigo que esto es un misterio. Un misterio tedioso. El primero de la serie.
Hasta mañana, sufridores.