dijous, 24 de gener del 2008

Che, 40 años no es nada.


Octubre de 1993. Vallegrande, Bolivia.

Tal vez un pequeño grupo de personas se aproxima caminando al "aeropuerto" de la ciudad. En realidad, una pista de aterrizaje de uso militar y dos barracones prefabricados de metal revestido de una patena de óxido. Las altas hierbas que ya nadie siega hablan de soledad y abandono. En las cercanías, algunas chacras de maíz y el ladrido cansino de los perros recuerdan que el lugar está habitado. El asfalto cuarteado de la pista se muestra salpicado aquí y allá de islas de tierra que el aire arrastra. El grupo avanza pesadamente a lo largo de la pista. Hace mucho calor a las 11 de la mañana y no se atisba la menor nube en el horizonte. Dentro de un mes, cuando empiece a llover intensamente, todo el departamento de Santa Cruz será un inmenso barrizal en el que habrá que adivinar el curso de las pistas de tierra, pero hoy el sol pesa como el mundo.

Tal vez formo parte del pequeño grupo y tal vez pienso que, hace 26 años, una comitiva bien diferente debió recorrer la misma senda polvorienta junto a la pista, de noche y en silencio, buscando una fosa excavada por los campesinos en un extremo, cumpliendo órdenes de los rangers. Imagino aquél grupo formado por miembros de la unidad de élite antiguerrilla entrenada en Estados Unidos, militares bolivianos y agentes de la CIA. Todos cumpliendo una última misión en este último acto de la guerra de guerrillas: hacer desaparecer para siempre los cuerpos del Che y sus seis compañeros caídos en la quebrada del Yuro en la madrugada del 7 de octubre de 1967.

Tal vez pienso en las lecturas de juventud, en las canciones, en las insignias de silueta negra sobre fondo rojo, en los castigos escolares por exhibir una foto, una bandera, en el diario que termina el día 5 de octubre transmitiendo la ausencia de novedades, en la emboscada, en las últimas horas intentando eludir el cerco, en la intensidad del combate, en el "rifle americano" que empuña el "soldadito de Bolivia", en la bala que inutiliza el fusil M1 del Che, en las heridas, en la captura, en la muerte a sangre fría.

Tal vez alguien en el grupo ha dicho que sabe dónde se encuentra la fosa, porque estaba entre los campesinos reclutados para excavarla. Puede que nos haya dicho su nombre, Eulogio Rojas, pero no sería capaz de precisarlo. Han pasado 17 años. Tal vez alguien hace algún comentario erudito, "tengo entendido que fueron 6 los cadáveres", tal vez Rojas responde con sorna, arrastrando las erres y cortando las palabras como es común entre los andinos, "siete muertitos nomás vi enterrar, doctor". Tal vez nada de todo eso importa ahora.

Tal vez en un rincón de la pista, a seis pies bajo tierra, están los huesos del Che y sus compañeros. Tal vez algunas personas dejan caer unas pocas flores silvestres, parco homenaje a aquél que nunca quiso honores. Al que entregó la cartera de ministro y la nacionalidad cubana. Al que se negó a envejecer como héroe de la revolución. Se hace el silencio y se percibe el peso del aire. Y en esos segundos interminables, hoy ya fijos en alguna parte del tiempo y la memoria, irrumpe con fuerza la frase tantas veces repetida, tantas veces leída en los graffiti de mil ciudades: "podrán segar todas las flores, pero no detendrán la primavera".

Hasta la victoria siempre, comandante.

4 comentaris:

Anònim ha dit...

Per a que després diguen que no s´enten el que els metges escriuen, enhorabona, mas deixat "atrapada" amb el teu relat, un bon regal per al meu 29 aniversari, estava del jonhy..., una abracet desde el grau, la dr. george.

Chalá perdía ha dit...

Tal vez hagan falta más de 26 años de memoria y menos peso en el ambiente para no perder nunca esos espíritus sin cuerpo...

Maitena ha dit...

No soy adoradora de mitos ni seguidora de ídolos...pero por aquellos que murieron por defender causas nobles y combatir injusticias me inclino y los respeto.

Hace poco puse una frase en mi blog, pensé que era del Che pero alguien me dijo que no era de el, no importa quien escriba las palabras, están en el aire para que las utilicemos…

Mañana, cuando yo muera no me vengáis a llorar. Nunca estaré bajo tierra: ¡Soy viento de libertad!

me ha gustado mucho tu post

Ettore Hag ha dit...

Bueno, qué sorpresa!! La Doctora Jorge posteando anónimamente en mi servilleta de papel! Me alegro de que te haya gustado. Feliz cumpleaños, desde el exilio!

Hace falta, desde luego, muchó más de 26 años... Bienvenida de nuevo, Desalmada, ahora que he vuelto a casa!!

Encantado Amparo, vuelve cuando quieras!!