dimecres, 1 de desembre del 2010

Tout conte lu

Suelo leer todo lo que cae en mis manos, incluso lo que otros me recomiendan. Pero como bien saben los que me conocen, los asuntos que tratan de raíces, de memoria histórica, no suelen dejarme indiferente. Sefarditas del siglo XV, descendientes de armenios del primer genocidio contemporáneo, exiliados de la guerra civil, palestinos de la diáspora, ¿qué importan las etiquetas? Todos ellos se parecen, viven con la herida del desarraigo, hablan de "su" tierra como si cada árbol, cada piedra, cada casa siguiese inmutable en el lugar que ocupaba. Como si fuesen a regresar mañana.


Llevaba tiempo queriendo leer esta novela, desde que supe de su existencia. Gracias a la proverbial amabilidad de su autor, el bueno de Alain Bonet, que me fió los 16 eurillos que cuesta, dinero que en ese momento no llevaba encima, he podido hacerlo. Alain, te pagaré. Palabrita de Niño Jesús.






Tout conte fait es sólo parte de la historia de cuatro generaciones de emigrantes de la Vega Baja en Argelia. Pied noirs españoles arrancados de su tierra y luego franceses por derecho de nacimiento. Dicho así podría parecer una autobiografía más de las que engrosan la sección de oportunidades de las librerías. Ni siquiera es un "novelón", una de esas sagas familiares que podrían llenar miles de páginas. Tout conte fait carece de pretensiones épicas y su estructura la forma, como si de una exposición se tratase, una sencilla succesión de cuadros no necesariamente cronológicos que se extienden a lo largo de tres siglos. Desde el bisabuelo que, huyendo de la miseria y del servicio militar en las colonias españolas, reúne como puede el dinero que le cuesta el pasaje a Orán hasta el amigo de juventud felizmente recuperado casi ayer mismo. Una peculiaridad tiene este libro y ese algo que lo hace diferente es la implicación, la honestidad personal con la que su autor expone sus vivencias, a veces las más dolorosas y ello sin resentimiento alguno. Porque es cierto que no hay mucha diferencia entre la bomba de la OAS que mata árabes en Bab el Oued y la bomba del FLN que mata europeos en un barrio residencial de Argel.

La historia oficial de los Pied noirs argelinos, de la mayoría de ellos, termina bruscamente en la primavera de 1962. A renglón seguido de la firma de los acuerdos de Evian, un millón de personas abarrotó durante escasos meses puertos y aeropuertos para conseguir un pasaje que les condujese a la metrópoli. Algunos pudieron liquidar sus propiedades y marchar ordenadamente; muchos otros se fueron con lo puesto, confiando en futuros planes de "integración" del Gobierno. No pocos de ellos pisaban Francia por primera vez. Atrás quedaban las gentes, los lugares, los recuerdos de toda una vida. Algunas de estas personas experimentaban por segunda vez el castigo del exilio: los republicanos españoles, por ejemplo, que habían llegado a Argelia a través de Francia, después de 1939.

El exilio de Alain comenzó un día de julio de 1962, en una terminal de aeropuerto colapsada por miles de modernos refugiados, casi tirando de sus atemorizadas hermanas menores. Fue a bordo de un Caravelle que le llevaba a Francia donde entendió que no iba de vacaciones. No regresó hasta pasados 10 años, y para entonces el mundo que le era familiar ya no estaba.

El balneario de Arzew, ma Thébaïde, el cuchitril de Perrigaux existirán mientras alguien sea capaz de recordarlos y muy especialmente, de sentir su pérdida como un íntimo drama personal. Luego dejarán de existir para siempre y serán sólo una historia más.


"Tout conte fait ou la perte des racines"

Por Alain Bonet i Juan, con diseño de portada de Paco Sales, original artista.

El autor dedicará ejemplares el próximo jueves 9 de diciembre, entre las 17:00 y las 20:00 horas en la librería "Euro Llibres", calle Dr. Olóriz, de València.

1 comentari:

Alain Bonet i Juan ha dit...

Aujourd’hui, premier décembre, Saint Eloi, patron des orfèvres. Je n’oublie jamais ce jour-là car en Alsace où j’ai habité autrefois, cette date est jour de fête, largement arrosé de Riesling, Sylvaner ou autre Gewürztraminer.
Je sais bien que pour l’extrême gauche comme pour Gilbert Cesbron : les saints vont en enfer, mais nous ferons exception pour celui-ci aujourd’hui et nous enverrons Orphée pour l'arracher à Cerbère afin qu’il puisse lire avec nous le formidable éloge que fait Ettore à ma modeste contribution littéraire.
J’ai, depuis que mon roman est référencé à la Grande Bibliothèque de France comme toute œuvre pourvue d’un numéro ISBN, l’impression modeste d’être devenu immortel. Alors maintenant, je crois que je pourrai mourir. Et avec des critiques pareilles, je meurs un peu en effet, mais de bonheur.
Alain