
Rosario, dinamitera.
Rosario, dinamitera.
Sobre tu mano bonita
celaba la dinamita
sus atributos de fiera.
Era tu mano derecha
capaz de fundir leones,
la flor de las municiones,
el anhelo de la mecha.
Valgan estos versos inmortales de Miguel Hernández para honrar la memoria de Santa Vanessa Huguet, que pronto nos dejará otra vez, convencida como está de que el horizonte queda lejos y es preciso esforzarse para alcanzarlo.
Vanessa es enfermera, dinamitera, mujer, impulsiva, sindicalista, fallera, quisqullosa, rebelde y muchas más cosas. También es mi amiga, pero esto es sólo una anécdota.
Congelada en la estampita piadosa, su franca sonrisa brilla con luz propia. El humo de los incendios detrás, la mecha en la mano. Su tosco pañuelo al cuello. Feliz y despeinada.
Así queremos recordarte, Vanessa. Decidida, valiente. Siempre dispuesta a ayudar al compañero en apuros. Siempre capaz de llegar más allá. Implacable con la injusticia.
Vanessa es guerrera, honrada, irritante, currante y tiene mucho genio.
Creo haber dicho que es mi amiga.
Salud, Vanessa.